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Los tumores neuro ectodérmicos primitivos periféricos (en inglés PNETs) son tumores malignos muy raros de células redondas. Los mismos se originan principalmente en piel y/o tejidos blandos y la mayor parte se diagnostica erróneamente con otros nombres (1).
En América, la incidencia de estas neoplasias es de 2.9%/millón de habitantes menores de 20 años. Diez por ciento de ellos aparecen entre 20 y 30 años y casos en edades más avanzadas son infrecuentes.
La supervivencia de los mismos depende grandemente de la presentación inicial y localización o confinamiento del tumor (2). Más de la mitad de estos casos (80%) se presenta con tumor localizado, mientras que en el resto se detectan metástasis en pulmones, hueso y médula ósea. La supervivencia es de un 60%, aunque en casos localizados llega a alcanzar el 70%. Las metástasis confieren un pronóstico muy pobre con una supervivencia de menos del 25%.
Algunos autores consideran enigmática la distribución racial, y en América el tumor es 9 veces más frecuente en blancos que en negros (2), mientras que la neoplasia predomina en el sexo masculino (2). Lo mismo sucede con la edad, aunque se refiere la segunda década como el pico más alto de incidencia (2). Nuestro paciente fue un varón negro de 16 años.
El diagnóstico adecuado se basa en la demostración, por microscopía electrónica de gránulos neuroendocrinos, de una combinación de varias moléculas por biología molecular, y de la positividad a más de un marcador tumoral neural mediante la inmuno-histoquímica. Dichas neoplasias deben diferenciarse de otros tumores malignos cutáneos de células redondas pequeñas. El número de estos casos estudiados completamente es escaso, y aunque no existen conclusiones firmes acerca del comportamiento biológico a largo plazo de los mismos, algunos consideran que una evolución favorable puede ser posible en algunos casos (1).
Nosotros no pudimos hacer citogenética para estudiar el caso, aunque realmente no la consideramos necesaria, ya que encontramos positividad para enolasa neurona-especifica, cromogranina, sinaptofisina y S-100. No en todas las células tumorales encontramos positividad para todos los marcadores utilizados, pero al menos algunas de ellas reaccionaron positivas a los cuatro.
Descrito por primera vez en 1921 como sarcoma, por James Ewing, luego de observar radio sensibilidad en un pequeño subgrupo de tumores óseos. En los inicios de 1980s, se encontraron características comunes entre el sarcoma de Ewing y los tumores neuro-ectodérmicos primitivos primarios; como el hecho de que en ambos existía el mismo tipo de translocación cromosómica t (11; 22) (2). Más tarde se encontraron, durante la misma década, patrones similares de expresión bioquímica y la expresión del mismo oncogen para los dos; con lo cual se empezaron a categorizar como “Tumores de la familia del sarcoma de Ewing” (2). El grupo incluye el sarcoma de Ewing, el tumor periférico neuroectodérmico primitivo (PNET), el neuroepitelioma, el sarcoma de Ewing atípico y el tumor de Askin ( PNET de la pared torácica) (2). Todos ellos suelen ser manejados similarmente, debido a su semejanza, más que a su variedad histológica (localización o no, metástasis etc.). Nosotros, sin embargo, no hemos recibido retroalimentación ni hemos dado seguimiento al estado de nuestro paciente después de haberlo referido, puesto que una vez diagnosticados, todos se refieren a un hospital oncológico provincial para su manejo.
Aunque el crecimiento de estas neoplasias suele ser rápido, y las mismas se describen como masas blandas y pálidas con necrosis extensa (3), nosotros encontramos una morfología macroscópica similar, pero una historia de un año de crecimiento. En nuestro caso, zonas de necrosis amarillentas y de color arenoso se encontraron alternando con áreas de hemorragia y tejido tumoral viable, blanquecino y homogéneo.
Histológicamente encontramos las células tumorales dispuestas en un patrón trabecular o lobular, con un estroma vascularizado. Las células mostraron citoplasma eosinófilo pálido, escaso, núcleo redondo hipercromático y nucleolo prominente. Estructuras similares a las rosetas de Wright también se observaron ( figuras 4 y 5), y la positividad a todos los marcadores neurales mencionados anteriormente. No encontramos sin embargo esa fuerte positividad al PAS como se ha descrito (3), aunque algunas células reaccionaron aisladamente.
Nosotros no tenemos a disposición todos los marcadores tumorales del grupo MIC-2 como para hacer diagnostico diferencial con todos los tumores de células azules (leucemias/linfomas linfoblásticos, rabdomiosarcomas, tumor desmoplástico de células redondas pequeñas, sarcoma sinovial, y otros, que deben ser MIC-2 reactivos (3)), pero tenemos algunos de ellos a disposición (marcadores para músculo, neurales, epiteliales y linfoides), y no encontramos positividad en ninguno de los marcadores no neurales que utilizamos en este caso (EMA, citoqueratina, desmina, actina músculo especifica, CD20, CD 43, CD 45 etc.) (3).
Se ha descrito que la diferenciación neural en este grupo de tumores implica un peor pronóstico independientemente del tipo de tratamiento utilizado (4) y en 2005 se describió un protocolo para el manejo de este tipo de tumores (5). Nosotros no podemos corroborar o negar esto debido a que los casos se remiten a centros especializados.
Sería interesante poder hacer seguimiento en este tipo de pacientes, así como estudiar un número mayor de estos casos.
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