En nuestro trabajo se constató que es en la edad geriátrica donde es mayor la incidencia de neoplasias malignas. Esto puede ser debido a cambios en el sistema inmunológico en el curso del envejecimiento, lo que ocasiona una limitación progresiva para cumplir su papel de vigilancia y defensa. Ello se traduce, entre otras cosas, en un aumento de la tasa de autoanticuerpos circulantes y en una mayor facilidad para adquirir enfermedades infecciosas, tumorales y autoinmunes.
En la distribución de los fallecidos de la tercera edad por cáncer se observó que de un total de 237, en la década de 70-79 años fue mayor la frecuencia en relación con la de 60-69 años, lo cual demuestra que la mortalidad aumenta a medida que avanza la edad, aunque vemos que disminuye en las edades comprendidas entre 80-89 años. Podría atribuirse este hecho a que ya a los 80 años se sobrepasó la esperanza de vida en nuestro país y por tanto la representatividad de adultos mayores de esa edad en la sociedad es menor. Esto, a su vez, hace disminuir la cifra de pacientes afectados por neoplasias malignas en la década de los 80 a 89 años. (2, 3,5).
El cáncer causó la muerte del 53,5% de los hombres, y del 46,4% de las mujeres, lo que coincide con otros autores (2, 3, 5,6), que han encontrado mayor frecuencia de cáncer en hombres que en mujeres, probablemente relacionados con la acumulación de cambios premalignos generados a consecuencia de factores de riesgo durante edades más jóvenes. (3,7)Sin embargo, la diferencia hallada entre mujeres y hombres estadísticamente es poco significativa por lo que podemos plantear que la probabilidad de padecer de algún tipo de neoplasia maligna no esta determinada ni influida por el sexo.
El cáncer de pulmón que internacionalmente esta reconocido como más frecuente en los hombres que en las mujeres (8,9), tubo una relación significativa con relación al sexo. Sin embargo, el que sea el de mayor frecuencia en la mujer no coincide con datos internacionales. Estos rotundos cambios de comportamiento de esta patología en las mujeres pueden estar relacionados con el actual ascenso de la representatividad femenina en el hábito de fumar, cuyo protagonismo antes correspondía a los hombres. (10)
En el hombre el cáncer de la próstata ocupó el segundo lugar y el de colon en la mujer, comportándose de manera similar en otros estudios estadísticos recientes realizados. (9)
Debemos destacar que los linfomas no Hodgkin se presentaron de forma similar para ambos sexos y en pacientes ancianos como en los más jóvenes, por lo que la edad no se comporta siempre para este tipo de tumor como un factor pronóstico independiente (11).
Es interesante el comportamiento del cáncer de mamas y de cuello de útero en las mujeres. Podemos comprobar que mientras avanza la edad disminuye la incidencia de estas patologías. Esto es explicable por la ardua labor realizada por nuestro país en el plano de la prevención desde la atención primaria. Allí nuestros médicos de familia realizan, entre otras cosas, el plan de captación precoz de cáncer cérvico uterino a través del cual se detectan lesiones preneoplásicas o neoplasias en estadio precoz lo que permite la curación en el mayor número de los casos. Esta puede ser la razón por la cual el cáncer de cuello de útero ocupa el último lugar como causa de muerte en mujeres en edad geriátrica. También se lleva a cabo en nuestro país la vigilancia sobre el cáncer de mamas y se educa a las mujeres sobre la importancia del autoexamen de mama. Esto puede explicar como en nuestro trabajo la incidencia de esta patología sea inferior a la de datos internacionales.
Siempre que el proceso de muerte está vinculado a un tumor maligno según el SARCAP (10), el tumor maligno primario es la causa básica de la muerte (CBM) y las posibles complicaciones concatenadas serían las causas intermedias de muerte (CIM) como lo son en la mayoría de los casos las metástasis múltiples, y el episodio final la causa directa de muerte (CDM); se ha planteado que cuando exista caquexia cancerosa en su lugar es preferible diagnosticar estadio terminal de enfermedad cancerosa, lo cual en nuestro trabajo resultó en segundo lugar.
Debemos tener en cuenta que los pacientes portadores de neoplasias malignas, en su mayoría la causa directa de muerte lo es la insuficiencia respiratoria aguda como se demostró en nuestro trabajo, hecho este secundario a procesos bronconeumónicos, lo que obedece al estado de inmunodepresión de dicho paciente por el envejecimiento, la neoplasia, y a lo cual se le suma en nuestra estadística el hecho de ser la localización pulmonar el primer lugar, lo que permitió un medio adecuado para la necrosis y abscedación, lo que coincide con estudios realizados por otros autores (7,12).
Es obvio que hay que dedicar todos los esfuerzos posibles para reducir el alcance de esta enfermedad y considerar las actuaciones de prevención como prioritarias en las políticas sanitarias. La lucha contra el cáncer es un problema que debe abordarse en su conjunto y de forma multidisciplinaria, y en la que se debe implicar toda la sociedad. Ello no es óbice para reconocer que el sector sanitario será el encargado de promover iniciativas comunitarias, basadas en los conocimientos y avances científicos, y que, a su vez, los propios profesionales de la salud están en las mejores condiciones para promover actitudes y actividades que fomenten la prevención del cáncer.