El AHG no difiere clínica ni macroscópicamente del adenocarcinoma convencional pero muestra frecuentemente invasión masiva de vasos venosos (
2).
Histológicamente este adenocarcinoma se describe, al igual que en nuestros casos, con una mezcla de áreas con patrón tubulo-papilar y de áreas con patrón hepatoide (
Fig_1). Las áreas hepatoides suelen situarse en las zonas profundas del tumor (
Fig_2) e invadiendo los vasos perigástricos (
Fig_3) (
1,
3). El patrón que adoptan es más frecuentemente sólido o trabecular (
Fig_4,
Fig_5) y las características de las células hepatoides pueden variar (
Fig_6) de modo similar a un hepatocarcinoma en sus diferentes grados de diferenciación morfológica (
1,
3). En la metástasis ganglionares y hepáticas pueden igualmente observarse los dos patrones. Inmunohistoquímicamente, las áreas hepatoides pueden mostrar, al igual que el hepatocarcinoma, tinción con citoqueratina 8 y 18, un patrón membranoso canalicular con CEA policlonal y alfa-fetoproteina (
Fig_7). También se describen una positividad para citoqueratinas 19 y 20 y una frecuente negatividad para HepPar1 como características distintivas del adenocarcinoma hepatoide que pueden ayudar al diagnóstico diferencial con un hepatocarcinoma primario así como una negatividad para la citoqueratina 7 que sería útil en el diagnóstico diferencial con el hepatocarcinoma combinado con colangiocarcinoma (
1). Es importante conocer que una positividad para alfa-fetoproteina puede también observarse en algunos carcinomas gástricos sin diferenciación hepatoide y que no todos los carcinomas hepatoides son positivos con este anticuerpo.
En cuanto al pronóstico, la capacidad metastásica ganglionar es similar a la del adenocarcinoma convencional, sin embargo, posee una capacidad invasiva vascular significativamente mayor (
3), lo que le confiere una mayor capacidad metastásica al hígado y un peor pronóstico. En un estudio, la supervivencia a los 5 años del carcinoma avanzado era del 38’2% para el adenocarcinoma gástrico convencional y del 11’9% para el adenocarcinoma hepatoide (
3). Por otro lado, Y.C. Chang y col. refieren que, incluso casos que sólo invadían la submucosa y que convencionalmente serían carcinoma gástricos precoces, no tuvieron una supervivencia mayor de 2 años (
4). En contra de esta conclusión, el segundo caso que hemos presentado muestra una evolución libre de enfermedad tras 6 años de la cirugía.
Por último, es importante tener en cuenta esta variante de adenocarcinoma para el diagnóstico diferencial con un hepatocarcinoma primario, un hepatocarcinoma combinado con colangiocarcinoma y con un tumor germinal del saco vitelino con diferenciación hepatoide, sobre todo en casos de aparición de múltiples nódulos tumorales hepáticos con esta morfología en hígados no cirróticos (
1,
2).